CUENTO ACTUAL PARA ASPIRANTES FUTUROS

Maite tenía la sensación de ir paseando por una calle desierta, enfundada en una gabardina beige, con las manos en los bolsillos y un poco encorvada, hastiada ya de mirar escaparates en los que no encontraba eso que andaba buscando y que aún no sabía qué forma tenía. Cada vez que tecleaba, la ventana emergente le mostraba otro catálogo más de conceptos relativos a su búsqueda pero que, por los detalles de trasfondo, le generaba un rechazo frontal. ¿Tan difícil era imbuirse en el mundo swinger junto a su pareja?

Aparecían ante ella videos, relatos y reseñas, mientras recibía propuestas e invitaciones promovidas por hombres que no estaban ni medianamente cerca de lo que tenía en la cabeza. ¿Qué era eso de pretender quedar y ponerse a follar sin mediar apenas palabra? ¿Qué carajo esperaban todos aquellos personajes que ofertaban su rabo como si tuvieran entre las piernas algo excepcional? Pero lo más significativo de todo era: ¿qué mierda de mente machista tenía ese cúmulo de amebas para que su mayor aspiración fuera montar lo que consideraban hembras ajenas, como si eso les diera el derecho a bramar después orgullosos? ¿Cómo no eran capaces de pensar desde la igualdad y pretendían tener éxito relegando a la mujer a la cosificación más abyecta?

Para ello algunos parecían recurrir a definirse como “liberales”, olvidando que la raíz de ese término debe ser ecuménica; otros acuñaban vocablos absurdos como “swingler” para intentar incluirse en un mundo de parejas sin cumplir la más básica de sus condiciones: ser pareja; y otros se enarbolaban reivindicando que “sin ellos no hay trío”, sin entender la mecánica básica de la oferta y la demanda.

“Tal vez todos ellos debieran empezar a cuidarse mucho de resultar más atractivos que guapos, más sensatos que osados, más inteligentes que listos y, sobre todo, a desterrar cualquier hálito de machismo y cosificación.”

Como esperanzadora luz al final del túnel, se vislumbraban parejas que parecían guiarse por la sensatez, el respeto, la educación y, sobre todo, la equidad. Ese habría de ser el objetivo, la meta de su incursión swinger: encontrar espacios en los que relacionarse de igual a igual, sanamente y en libertad.

Con seguridad, entre todos los hombres que había ido encontrando en su periplo digital, habría algunos decentes, fantásticos quizás, pero entre tanto pelo no se distinguía la buena lana. Tal vez todos ellos debieran empezar a cuidarse mucho de resultar más atractivos que guapos, más sensatos que osados, más inteligentes que listos y, sobre todo, a desterrar cualquier hálito de machismo y cosificación.

Al apagar el ordenador tuvo la sensación de estar sacando las manos de los bolsillos, de enderezar la espalda y de despojarse de la gabardina para tenderle sonriente la mano a su pareja. Sabía un poco mejor qué quería y qué no quería. Acababa de constatar que lo importante era invisible y evidente al mismo tiempo, siendo, además, algo que requería mucho más esfuerzo que el mero hecho de acudir asiduamente a un gimnasio o idear bravuconadas, poses y golpes de pecho vacuos con los que intentar obtusamente encandilar al prójimo.

Antonio Álvarez Veci
Liberi Ars Amandi