LA CONJURA

Quizás haya llegado el momento de conjurarnos, de tomar conciencia de grupo y empezar a actuar como tal, tanto de puertas adentro como de puertas afuera.
Si lo pensamos con detenimiento, formamos un amplio conjunto de personas que comparten una serie de actividades ocultas a la vista de los demás. Por consiguiente, poseemos algo que esconder y algo a quién escondérselo. Además, casi sin pretenderlo, tenemos un objetivo común: disfrutar de nuestra vida en plena libertad, entendiendo nuestra sexualidad como una herramienta esencial de desarrollo y crecimiento.
Pues bien…, un grupo de personas que comparten unos objetivos y que se preocupan por mantener ocultas todas o parte de sus actividades es, sin lugar a dudas, una sociedad secreta. Cuestiones aparte son si la estructura de esa organización es piramidal o longitudinal, si posee o no ritos iniciáticos, o si sus fines persiguen mejorar el mundo o controlarlo. El quid está en si son eficaces en la consecución de sus metas. ¿Nosotros, los swingers, lo somos?
La verdad es que se nos da bastante bien socializar y enriquecernos individual y conjuntamente a través del disfrute, pero…, atendiendo a que sin ser conscientes de ello, ya somos una suerte de sociedad secreta… ¿podríamos ser más eficaces aún?
El que escribe y suscribe este artículo cree que sí. Sólo nos falta concretar y potenciar una serie puntos: el primero, como ya he indicado, tomar conciencia de nuestra condición de grupo, de sociedad secreta (aquí he de aclarar que secreta no quiere decir impermeable o invisible, indica que casi nadie en nuestro entorno más inmediato sabe si somos o no miembros del colectivo y, mucho menos aún, conoce nuestro grado de implicación y participación en él).
En segundo lugar, aprender a reconocernos y respetarnos entre nosotros, tomando plena conciencia de que lo que nos une no es el sexo, sino una forma de pensar, una filosofía que, además, posee unos valores éticos y morales muy determinados. El sexo es sólo una expresión más de nuestra psique, quizás la más llamativa, placentera y divertida, pero no la más esencial.
Por último, y en tercer lugar, deberíamos empezar a articular mecanismos de solidaridad interna. Es decir, tener la capacidad de colaborar entre nosotros a nivel grupal para fortalecernos a nivel individual. Tomar conciencia de que somos un colectivo en el que, a través de pequeñas acciones, podemos fácilmente mejorar la vida de nuestros correligionarios. ¿Cómo? Potenciando la pervivencia y crecimiento de nuestros lugares de reunión y de nuestras redes de comunicación; contratándonos servicios entre nosotros cuando los requiramos (¿por qué acudir a cualquier abogado, comerciante o instalador de calefacciones si podemos recurrir a alguien que, de entrada, comparte nuestra forma de pensar y vivir? ¿No facilitaría esto mucho las cosas?); apoyándonos mutuamente en nuestras iniciativas personales cuando alguno de nosotros se lance a emprender un nuevo proyecto… Hay mil formas y maneras.
¿Quién sabe si poco a poco, y tras haber consolidado bien nuestras bases, no podamos llegar a tener miembros posicionados en medios de comunicación, en cargos de la administración pública, dentro de las élites económicas o dirigiendo organizaciones políticas? ¿Quién sabe si, entre todos y dentro de un tiempo, no podamos influenciar y direccionar la sociedad hacia postulados más sanos, justos, ecuánimes y libres?
¿Quién sabe?… Todo es ponerse.
Antonio Álvarez Veci
Liberi Ars Amandi
Escritor, asceta epicúreo, adicto a la libertad y precursor del NO como fuente de conocimiento. Autor de Liberi Ars Amandi.
Deja tu comentario