MUNDO SWINGER ACTUAL VS MUNDO SWINGER PASADO

Artículo publicado en la Revista Nº 1055

Cuando has tenido la suerte de vivir el ambiente liberal que se respiraba en la España de finales de los años 80 y principios de los 90, y si todavía tienes la fortuna de seguir viviéndolo, es inevitable hacer comparaciones y buscar semejanzas o diferencias.

Me sorprendo muchas veces hablando con parejas, chicos y chicas noveles en el ambiente, que me preguntan que qué es lo que ha cambiado y qué sigue igual.Esta reflexión me lleva siempre al mismo resultado; creo que la diferencia es la motivación.

Voy a compartir con vosotros lo que pienso, siempre desde un punto de vista personal y por lógica subjetivo y que siempre da para debates interesantes.

Cuando digo “motivación” me refiero a que antes la motivación era el morbo y creo que ahora es el sexo.

Cuando una pareja, chica o chico entra en el ambiente, se busca sexo fácil, sexo rápido. Hace más de 20 años, el sexo era consecuencia del morbo previo. La causa, pienso que es más sencilla de lo que parece. Por aquel entonces, mantener sexo en abierto daba más vergüenza o al menos no estábamos culturalmente preparados para ello, sin embargo jugar o hacer cosas picantes no nos daba tanto pudor.

Sea como sea, la realidad es que ir a un local liberal suponía una serie de condicionantes tanto para las parejas como para los chicos; si eras chico solo, como era mi caso, lo primero era conseguir que te dejaran pasar. Para ello había que ir obligatoriamente bien vestido, en muchos casos con traje y corbata, ser elegante en las formas y por supuesto en el fondo, respetar al pie de la letra las normas del local y nunca molestar innecesariamente a las parejas.

Si eras pareja, los hombres, al igual que los chicos solos debían cumplir con los mismos códigos, y las mujeres dedicaban mucho tiempo a prepararse y a vestirse de manera elegante pero sexy a la vez, poniéndose prendas que en ningún otro lugar, salvo en la intimidad de la pareja, podían lucir.

La suma de estos factores, unido a que tampoco el mundo swinger estaba socialmente reconocido y por lo tanto no había tanta gente, ya creaba de por sí un ambiente especial. Además los pocos locales que había se cuidaban mucho de mantener una luz apropiada, una música relajante, unas instalaciones adecuadas, etc.

Finalmente, es importante decirlo, no había ni Internet ni páginas de contactos ni teléfonos móviles, con lo que la privacidad estaba muy garantizada.

Con todos estos factores, todos los que disfrutábamos del ambiente liberal y acudíamos a un local teníamos garantizada una tranquilidad y entonces es cuando comenzaban a ocurrir “cosas”.

Los o las Relaciones Públicas del local se encargaban de que las personas que acudíamos, nos sintiéramos bien, que nos conociéramos, dentro del respeto y la educación necesaria y conociéramos el local y sus instalaciones.

¿Qué pasaba a partir de aquí?
Que todo el mundo se sentía a gusto. Que las parejas no se sentían invadidas en su espacio o intimidad, gracias, en parte a que los hombres solos sabían estar en la barra tranquilamente y solo las miradas se cruzaban, pero sin molestar a nadie.

El ambiente se iba relajando y las parejas preferían el morbo al sexo. Comenzaban a acariciarse, a besarse y a “calentarse” poco a poco. Si una pareja estaba cerca de otra, poco a poco la distancia se iba acortando hasta que los cuerpos se rozaban. En ese momento comenzaban a interactuar las dos parejas.

Decir también que había zonas de baile lento, oscuras, donde todo era más fácil. Se entraba allí y el baile lento, las caricias cercanas y la sensualidad hacían el resto. Era una forma de interactuar y establecer relaciones entre parejas.

Los chicos que estábamos solos, nos acercábamos a una pareja con la mirada, sin ir más allá. No estábamos paseando continuamente a ver que “caía”. Si el chico gustaba o agradaba a la pareja, esta se lo decía al RRPP y era el/ella quién te presentaba a la pareja.

Las normas eran claras; no se hacían preguntas incómodas como ¿estáis casados?, ¿Qué edad tenéis? o ¿dónde trabajáis? Todo eso daba igual. Se trababa que la pareja se sintiera cómoda con el chico y este hacía el mismo caso al hombre que a la mujer, sin despreciar nunca al marido.

A partir de aquí, la pareja llevaba el control. Solía ser el marido quién te pedía que bailases con su mujer en el cuarto oscuro, que la acariciases, indicándote las preferencias de ella. Era importante conocer sus gustos para que se sintiera segura, y esto o te lo decía ella o te lo indicaba el marido. El resto salía solo.

Resumen: Un local a principios de los 90 era un lugar donde las parejas jugaban entre ellas, hacían contactos para tríos o simplemente tomaban una copa con juegos sexys y mucho morbo. Y así pasaba la noche donde alguien que lo viera desde fuera, podía saborear morbo y sensualidad a raudales. El final era el esperado, sexo: pero al final. Era consecuencia del morbo.

Ahora la pandemia nos está llevando a volver a esos juegos, a ese morbo y a esa “nueva normalidad” que por qué no, en muchos casos es mejor.