Relatos Eróticos

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LA PARTIDA DE BILLAR

Mi hermana cantaba en un grupo de rock metal y su marido, un motero alemán, siempre había trabajado en bares. Así que su casa parecía uno. Tenían una enorme terraza techada, decorada con matrículas de moto, cascos, botellas de whisky, redes de pesca, espejos rotos y un montón de luces. Cuando las encendían, la terraza se veía desde la carretera que llevaba hasta la cima de la montaña y sus amigos sabían que esa noche podían subir a tocar música y beber cerveza.

CUARENTA

La vida pasaba inexorablemente, con cuarenta primaveras tatuadas en mi piel la rutina comenzaba a darme zarpazos cada vez más sangrantes. Sumida en un matrimonio agotado y consciente de que los mejores años amenazaban con marcharse me armé de valor para darle la vuelta a todo.

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