UN REGALO DEL CIELO
“Dile a la inquietud, que abandone tu cuerpo y al miedo que se aleje de tu mente.”
El año, ni se sabe. El mes, cualquiera. El día, no importa. Pero es sábado por la mañana.
Él se acaba de despertar con una cierta intuición: Hoy va a ser un día bastante especial.
No sabe porque, ni le preocupa, pero es consciente que algo diferente le espera.
Cierto es que tiene sus motivos (Él nunca hace nada sin un motivo que lo justifique), ya que si la memoria no le falla y a Él hasta ahora nunca le ha fallado, hoy cumple 50 años.
A pesar de que Él se siente físicamente muy bien (Él se cuida), la entrada en esa década le supone una carga psicológica muy importante. Es algo así como la evidencia ineludible (que Él hasta ahora simplemente ha ignorado) de que hace ya un incierto periodo de tiempo, que ha comenzado a caminar por esa (aun suave) pendiente descendente, al final de la cual ya no existe ningún ascenso más.
Él vive en un ático de esos que disponen de una gran terraza al mismo nivel que el resto del piso, y con la peculiaridad de que dada la elevada altura del piso, queda totalmente oculta a las miradas ajenas.
Ese es un detalle sumamente importante para Él, ya que le encanta tomar el sol desnudo.
Por la intensidad de la luz que se infiltra indiscretamente a través de la ventana de su habitación, parece ser que el día ha amanecido soleado y tentadoramente cálido.
Él suele comenzar los días festivos con una suave sesión de gimnasia por libre y al aire libre.
Pero el destino (al igual que Él), también ha decidido que hoy va a ser un día bastante especial.
Intentar describir lo que Él ha visto al salir a la terraza, es más fácil y agradable, que intentar describir lo que Él ha sentido al salir a la terraza ya que lo que Él ha visto ha sido ni más ni menos que a Ella, reclinada en una tumbona, tomando el sol, completamente desnuda, increíblemente bella, y mirándole con una suave y sinuosa sonrisa, que realza aun más su atractivo, suponiendo que eso sea posible.
Por supuesto, que Él antes nunca la había visto, no la conoce de nada, ni tan siquiera le resulta familiar su imagen, ni sabe que hace Ella ahí, ni acierta a comprender como ha podido entrar en su casa.
En unos instantes que tanto se pueden cualificar de breves como de eternos, Él se ha dado cuenta que se encuentra ante una situación que escapa totalmente a toda lógica y por ello a todo control por su parte.
Ella ha dejado que pasen esos instantes, y sin variar el nivel de su sonrisa, con voz acogedora le dice:
Creo adivinar que estás deseando preguntarme algo.
Él entreabre los labios, pero sin demasiado éxito, ya que aun no ha podido decidir, de todas las preguntas que se debería hacerle a Ella, cual es la más urgente, ya que importantes lo son todas, y por añadidura la imagen de Ella le resulta lo suficientemente excitante para aun mas, turbarle.
– Tranquilo, yo no tengo ninguna prisa, y como supongo que tú tampoco, dado que hoy no tienes que trabajar, concédeles a tus neuronas el tiempo necesario para que lleguen a un acuerdo por mayoría.
– ¿Quién eres tú? – Le dice Él al fin con absoluta inseguridad.
– ¿Eso es importante o lo realmente importante es que estoy aquí?
– Si claro pero… ¿Qué haces tú aquí?
– ¿De momento nada, pero estoy segura de que puedo sorprenderte?
– Pero… ¿Se puede saber cómo has entrado en mi casa?
– Dile a la inquietud, que abandone tu cuerpo y al miedo que se aleje de tu mente. Si hubiera venido a causarte algún daño, ya lo habría hecho.
– Sí claro, pero ¿a qué has venido?
– Ves, esa si es una pregunta realmente importante.
– Pues entonces, respóndeme.
– Bien, si, pero primero deberías relajarte un poco ya que una mezcla usando ingredientes como sorpresa, desconcierto, angustia, inseguridad, y excitación, aun suponiendo que hayamos retirado ya la inquietud y el miedo, si se agita demasiado puede resultar peligrosa y por supuesto, nada beneficiosa para la líbido.
– ¡Para la líbido! Pero… ¿Qué dices?
– Pues que creo que la vamos a necesitar ¿No?
– A ver, a ver, ¿Que estas insinuando?
– Pues que soy un regalo del cielo para que comiences este día de la manera más placentera posible.
– ¡Un regalo del cielo! ¿Me tomas por estúpido?
– No. Te tomo por un hombre ya maduro, que se encuentra de pronto con una mujer joven y hermosa en su casa, y en lugar de disfrutar de ese regalo, pierde el tiempo haciendo preguntas estúpidas.
– ¡Pero que dices, si podría ser tu padre!
– Si claro, pero es que ni lo eres, ni percibo que tu mirada sea precisamente la de un padre.
Él siempre ha pensado que las mujeres, dominan a la perfección el arte de complicar las cosas, y de pronto se encuentra ante una, que esta intentando por todos los medios, simplificarle a Él, sus complicados razonamientos paso a paso.
– ¿De verdad crees que yo me estoy comportando como si fuera tu hija?
– No, por supuesto que no, pero es que….
– ¿Crees que muchos hombres hoy al levantarse se ha encontrado en una situación como la tuya?
– Bueno… supongo que no.
– ¿No te sientes un ser privilegiado?
– La verdad es que todavía no se cómo me siento.
– Ya… ¿Vas a poner mas pegas?, A claro, la higiene. Tranquilo, voy a ducharme.
Ante sus ojos Ella se levanta, abre el agua de la ducha que Él tiene en la terraza, y deja que cientos y cientos de gotas, mezcladas con los rayos del sol, recorran su cuerpo, desde el lugar mas alto al mas bajo, desde el lugar mas bello al mas hermoso, desde el lugar mas público al mas privado, desde el lugar mas ambiguo al mas concreto, y desde el lugar mas superficial al mas íntimo.
Esa imagen, mas explícita que mil palabras, mas convincente que mil razones, y mas cierta que mil verdades, es el detonante que pone al instinto de Él por delante de toda lógica, y que cede el control de sus actos al instinto natural, saltando por encima de cualquier filtro mental adquirido y no congénito.
La energía sexual, es ahora la que rige y se manifiesta libremente tanto en Él como en Ella y llegando a este punto sobran las palabras para vivir este momento y faltan palabras para describirlo.
Una vez desvanecidas las energías de ambos, Ella le dice:
– Ahora te demostraré porque en verdad soy un regalo del cielo.
Le coge de la mano, le lleva a la puerta de entrada del piso, la abre y allí, en la escalera esperando pacientemente, están los mejores amigos de Él, para desearle un feliz cumpleaños.
Ves, yo soy el regalo que te han hecho tus amigos. Y tus amigos ¿Son o no son un cielo?
CARLOSKY
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